El pésame

No existe ninguna forma buena de dar el pésame.

No sé si alguna vez llegué a decirlo a las personas que me quieren, pero es cierto que detesto las frases más comunes: «Te acompaño en el sentimiento» «Lo siento mucho» «Que le vamos a hacer»…son frases huecas que la traición y la costumbre nos ha enseñado a decir en esos momentos en los que no somos los protagonistas del dolor.

Mi familia, amigos y conocidos habéis sido lo bastante considerados para no usar esas palabras conmigo. Quiero creer que es porque pensáis al igual que yo, que es más importante hacer ver a la persona que lo necesita que estas ahí para lo que quiera que decir una frase absurda…y que al hacerlo, hubiera hecho que automáticamente esa persona pasara a mi lista negra.

Es bueno ver que la gente te conoce o que por lo menos se expresa como tu lo harías.

Gracias a todos por estar ahí, con eso es suficiente.

El eterno retorno

Ni siquiera sé porque me he sentado delante de la pantalla en blanco a escribir.

La última entrada es de hace 3 años y si echo la vista atrás solo quiero llorar. Quizás porque ahora mismo no soy feliz y tengo serias dudas de que pueda volver a serlo.

No hace ni dos meses que Mamá nos dejó.

Y aunque he tenido la inmensa suerte de recibir pocas condolencias y si he recibido el inmenso amor de muchas personas que me hacen saber que están ahí cerca que con solo una llamada o un mensaje están a mi lado, el dolor no cesa.

Lo que más escucho es aquello de «Poco a poco» y «Con tiempo lo podrás llevar» pero hay momentos que el dolor es tan insoportable que amenaza con romperme y ante eso no hay palabras ni consuelo.

Voy a intentar escribir un poco a diario. Aunque a nadie le importe. Aunque nadie lo lea. Solo escribir.

El silencio de la Capilla Sixtina

El verano pasado, por fin estuve en la ciudad eterna. Tenía muy claro que, por lo menos uno de los días de mi estancia se lo dedicaría a visitar el Vaticano. Educado en la fe católica, la visita a la Santa Sede era obligatoria, no solo por ese motivo, también por el artístico, pues personalmente lo considero una de las maravillas que nadie debe perderse.

De entre todas las maravillas del estado más pequeño del mundo, tenía muchas ganas de ver la capilla Sixtina. Como bien indica su nombre, se trata de un lugar de culto, si queréis podemos decir que sagrado y, al igual que se visitas Santa Sofía de Estambul tienes que cumplir unos requisitos (entrar descalzo, cubrirte…) lo mismo ocurre con este lugar, además que son solo dos y muy sencillos: guardar silencio y no hacer fotos.

Hay mil y una imágenes de la capilla, que cualquiera se habrá aburrido de ver una y otra vez en los diferentes libros que reproducen la composición que hizo Miguel Ángel. Ya sé que está muy de moda sacarse fotografías hasta en el baño…pero si piden que no se hagan las fotos para evitar el deterioro, a mí ni se me ocurrió hacerla. Y cuando he visto amigos/conocidos que se vanaglorian de sacar una foto y además se consideran amantes del arte… ¡en fin! me dan ganas de tirarles de las orejas.

Puede que os resulte un poco imbécil mi actitud, pero yo solo quería disfrutar del silencio en ese lugar mientras me deleitaba con aquellas pinturas. Solo eso. Siempre me ha interesado la historia de los papas y estar en el lugar donde se elige al sucesor de San Pedro…como que me causaba una emoción más a las que ya tenía.

Por supuesto, nada de esto fue posible.

A pesar de que agosto se considera “temporada baja” por el “ferragosto” que impera. La capilla estaba llena y dos funcionarios del Vaticano, tenían que acercarse cada medio minuto a un micrófono cercano para pedir que no se hicieran fotos y demandar silencio; un trabajo que personalmente me pareció tedioso. No por ello deje de intentar abstraerme y disfrutar del espectáculo. Por suerte no me hacía falta hablar ni con Ale ni con José para comunicarnos y hacer ver lo mucho que nos emocionaba estar allí.

Y eso me hizo pensar en el poco valor que le damos al silencio. Vivimos en ciudades masificadas con niveles de ruido por encima de lo soportable y casi nunca podemos disfrutar de la tranquilidad y el sosiego. ¿Ni siquiera en vacaciones? ¿Ni siquiera en un lugar sagrado?

Cuando todo se hace insoportable y parece que no puedo más, me tumbo en la cama, me pongo los tapones (que en mi caso son mis auriculares) y me voy a la capilla Sixtina; donde siento el aire limpio, donde todo tiene otra luz y donde puedo escuchar algo tan escaso como valioso: el silencio.

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Dave Grohl y yo.

Estoy de acuerdo con la afirmación de que no podríamos vivir sin música.

Puedo afirmar sin exagerar que paso unas cinco horas diarias disfrutando de uno de los mejores placeres de la vida. No quiero hablar de las distintas clases o de los gustos musicales de cada uno; yo mismo aunque tengo mis grupos musicales preferidos, cuento con un móvil lleno de canciones que parece un cajón de sastre.

Hoy quiero hablar de mi especial relación con Dave Grohl. Para los que no os suene basta con decir que fue el batería de “Nirvana” y actualmente es el líder de “Foo Fighters”. Para mí la música de Kurt Cobain significa mucho. Más allá del mito, de la música que nos perdimos por su prematura muerte, creo que no exagero que es uno de mis pilares musicales. Todo lo que hemos vivido colabora a lo que somos y la música de Nirvana me ha acompañado en muchos y muy importantes momentos de mi vida.

Y aquí viene el problema: nunca he escuchado a los Foo Fighters. A pesar de que mi “gurú musical”, que es Jorge, me ha insistido varias veces, mantengo ciertos recelos. Según me han contado, es un grupo que me encantaría y al que seguiría por el mundo como un groupie histérico…

Nadie va a descubrir a estas alturas de la vida que soy muy terco. Y a pesar de todo, la muerte de Kurt Cobain, sigue pesando en mí como una losa. Puede que sea mi alma de criminólogo, la parte de Sherlock Holmes que tengo muy dentro, pero todo aquello me huele muy mal…y si nos quedamos con lo que pasó después, todo es oscuridad.

Culpar a todo el mundo está muy bien cuando no entiendes una muerte tan estúpida. Pensar que sus amigos e integrantes de la banda debieron esconderse fue, hasta no hace mucho la única idea que tenía sobre ellos. He leído hasta casi saberme de memoria la carta de despedida de Kurt. Lo que siempre pensé al  leerla fue que era la despedida de la música de un genio, de una persona que estaba harta de todo ese mundo. Y aquellas últimas líneas, ni siquiera las considero suyas…

Ya haré una entrada al blog hablando de este tema. Lo que ahora nos concierne es diferente. Muchas veces me obceco en culpar a las personas equivocadas, cuando a pesar de que puedan tener parte de culpa, bastante tienen con sus propios demonios. No está bien hacer leña del árbol caído cuando intenta recomponerse. Y para cambiar eso hay que reconocerlo, y empezar a hacer las cosas de otra manera.

Dejar de mirar a un pasado que ya no va a volver y pensar en cómo de feliz quieres que sea tu futuro.

Sé que es algo simbólico, que probablemente mi rechazo durante estos años ha sido injustificado y es por eso que hago las paces con Dave Grohl, porque no solo era su compañero de banda, sino que era su amigo. Y poniéndome en su lugar, entiendo que la única manera de luchar contra el dolor que puedes sentir, fuera seguir hacia delante.

Ahora, cuando pase estos dos turbulentos meses de conciertos voy a hacer caso y voy a escuchar a ese gran grupo que es Foo Fighters. Porque estoy convencido de que me va a gustar y porque seguro que Cobain estaría orgulloso.

Gracias por leer.

Foo Fighters

Volver a empezar

Otra vez la maldita línea vertical que inicia el inicio de un texto parpadea sin parar. Esa pequeña señal me recuerda que tengo que escribir más a menudo, que un poco de rutina puede conseguir que no todo quede en el olvido.

Hacia muchos años que no usaba este blog. Para los que recuerden el anterior verán que hay muchos cambios: tanto en el estilo del blog como en lo que escriba. Es cierto que no voy a dejar de contaros por esta ventana parte de mi vida. Aunque también es cierto que hace poco tiempo algo ha cambiado en mi.

Esto es menos que una introducción, es un atisbo de lo que significa un nuevo comienzo. Con el tiempo veréis nuevas secciones, pondré parte de lo que voy escribiendo y crea que se pueda compartir y espero que me acompañéis en este nuevo camino.

Gracias por leer.